domingo, 3 de octubre de 2021

La escritora charla con Pablo Picasso


LA ESCRITORA: Escribo sobre una línea azul que atravesará el cielo. El cielo se resumirá en esa línea azul que lo atravesó. Entonces, la línea que no he escrito todavía, se convertirá en un pájaro y creará más y más pájaros nuevos a lo largo de la línea azul del cielo. 


PICASSO: Sabes, yo creía en la eternidad. Por eso volvía en el tiempo, hacia el impulso intuitivo y la expresión del hombre primitivo. Los primeros cuadros dibujados y mis cuadros ahora están conectados por una línea de eternidad, que no dibujé yo, sino el destino de la expresión artística. La linea de eternidad, que hace de la historia, el presente omni-presente. El presente immortal, eterno, donde todos los artistas vivían, viven y vivirán eternos en los pensamientos de admiradores futuros de su arte.


LA ESCRITORA: ¡La veo! Y ahora, todos los cuentos que he escrito nunca, y todas las líneas por venir, miran por mi ventana la lucha de los tus colores, la lucha de las imágenes y la lucha de los acontecimientos. Cuando se acaben todas las peleas, todos los dibujos y todas las líneas cargarán con el fardo del acabado y el final y se irán a esperar a escondidas a sus artistas, los pintores en la eternidad.


PICASSO: Una vez llamé a la puerta de los colores negros. Me agarraron y me mostraron la hipocresía de todos los demás colores. Por eso ahora busco la sinceridad de las formas, los colores y las imágenes, para demostrarles a los colores negros que todavía hay un núcleo de incorruptibilidad en otros colores, un núcleo que he moldeado en mí mismo. Ese es, era, y será el rol de los artistas a lo largo de la historia—cargar con el núcleo de incorruptibilidad e intentar plantar su semilla en el alma de humanidad.

Conteniendo mi aliento








El jueves pasado, 15 de marzo de 2018, un senegalés de 35 años, Mame Mbaye murió de un infarto en las calles de Lavapiés. Fue perseguido por la policía poco antes de desplomarse sin vida sobre la acera, me informa la voz amable del periodista.

Agarro el mando. Mis dedos encuentran consuelo en su forma familiar.

¿No os gustaría que la vida viniera con un mando, para poder hacer una pausa antes de haber tomado decisiones estúpidas?

¿Adelantar todos los errores?

¿Rebobinar los momentos felices?

Pulso el botón rojo, sustituyendo los colores vibrantes y los sonidos vivaces por un silencio completo.

Clic.

La pantalla de la tele, ahora completamente oscura, proyecta una película desde las profundidades de mi memoria.

***


Una gran variedad de tiendas alinea los callejones del mercadillo más famoso de Madrid: El Rastro. Está repleto de puestos de antigüedades y arte, joyerías y tiendas de accesorios, boutiques de lujo y quioscos de souvenirs.

Hordas de turistas acuden al Rastro—polillas atraídas por una llama. 

Las campanas tintinean sin cesar mientras la gente entra y sale de las tiendas, embelesada por los precios de las bagatelas españolas.

¡Bolsos baratos! ¡Bolsos buenos y baratos, señoras y señores! ¡Buenos y baratos! Oigo exclamar a un entusiasta vendedor ambulante.

Su voz jovial me anima de inmediato.

Me acerco al chico majo, delgado y calvo, vestido sólo en su piel negra y pantalones de algodón beige.

¿Tienes videojuegos?La empollona que llevo dentro de mí no puede reprimir la pregunta.

Me tira una pedorreta. ¿Videojuegos, eh? No. Hoy no. Podría tener uno mañana.

Déjame que te cuente un secreto pequeño. Se inclina hacia mí y susurra: A mí no me gusta venderlos. Pero... Dan dinero. No sólo soy un topmanta, ¿sabes? Ahora también juego en un club de fútbol. España es una tierra de oportunidades. Para ti y para mí. Somos toubabs.

¿Toubabs? Vuelvo a sonreír y saco un minicuaderno del bolsillo de mis vaqueros.

Nunca es mal momento para poner en marcha el motor de la inspiración.

Las lenguas y las expresiones extranjeras siempre han tenido un encanto para mí. Me abren nuevos horizontes, nuevas percepciones. Tengo ansias de ver el mundo y garabatear todo lo que se expande ante mis ojos.

Hablar con gente de otros lugares me enriquece espiritualmente. Me teletransporto a los paisajes asombrosos de sus mentes hermosas.

Toubab significa extranjero. Somos extranjeros...en esta ciudad, explica. Llegué aquí en un bote. ¿Y tú? ¿En un avión? Asiento, y él continúa: Diferentes formas. Diferentes medios de transporte. Sin embargo, ambos habíamos empacado nuestras esperanzas y sueños en nuestras maletas hechas jirones. También hemos empacado nuestra hambre. Un vientre vacío no tiene oídos.

Un vientre vacío no tiene oídos. Repito ese pedazo de sabiduría y lo apunto.

Estoy ahorrando dinero de estas ventas añade. Enviando algo a mi familia en Senegal, también. Si me hago grande... Cuando me haga grande... Se corrige a sí mismo y los ojos se le empañan como  los de alguien que está soñando despiertoPor fin podré volver a casa. Podré... volver a casa. Ya sabes lo que dicen: ¿Go big OR go home? En mi caso, será: Go big AND go home.

En ese momento, decido espontáneamente que quiero ayudarle con su sueño.

Así que le suelto: ¿Te gustaría convertirte en mi proveedor oficial de videojuegos? Voy a necesitar 'Horizon: Zero Dawn' para mañana. Dijiste que podías conseguirlo, ¿no?.

Hasta mañana, inshallah, dice.

Extiendo mi palma y nos damos la mano.


                                                                           ***


A solas con mis pensamientos, recuerdo cómo más tarde me enteré que inshallah era: Si Dios quiere.

Aunque dices que vas a volver al día siguiente, uno nunca sabe en Senegal. Puedo enfermarme. Puede que tú te pongas enferma. Todas estas cosas estarían fuera de nuestro control actos de Dios, solía decir.

Fue un comienzo casablanquino de una hermosa amistad.

Mame y yo hablábamos en español.

El idioma que no era ni suyo, ni mío.

Era el nuestro.

A lo largo de los años, pasamos por lo bueno y lo malo, incluso asumiendo papeles de justicieros sociales.

Eramos Don Quijote y Sancho Pansa, cargando contra los molinos de viento de la inequidad en nuestros viejos jamelgos.

Cruzados en las protestas públicas, gritando audazmente ¡Mucha policía, poca diversión! 

A Mame Mbaye le llegó la hora de apoyar su cabeza fatigada en el pavimento y caer en el sueño eterno el 15 de marzo de 2018, cuando tenía 35 años. Sin embargo, no me enteré de ello hasta dos días después.

Por alguna razón, considero que el 17 de marzo es el aniversario de su muerte, aunque sé que falleció el 15 de marzo.

En mi opinión, ese 15 de marzo, Mame seguía vivo.

Dejaba mis mensajes en visto porque probablemente estaría ocupado.

No respondía a mis llamadas porque había estado haciendo algo divertido que luego me contaría, como siempre.

Este año, cumplí 35 años. Por fin lo alcancé.

A partir de ahora, cada año, va a ocurrir lo mismo: Mame Mbaye vuelve a morir y yo envejezco.

Mantengo la esperanza de que con una sonrisa alegre, el alma ahora desatada de Mame Mbaye haya vuelto por fin a casa.

Como siempre quiso.

En cuanto a mí, sólo me queda seguir adelante y llevar la antorcha de su voz.

Me acuerdo de él con fervor cada vez que hablo o escribo su nombre.

Todavía está aquí conmigo en espíritu.

No hay nada que pueda hacer para traerlo de vuelta.

Mis palabras no pueden cambiar el pasado.

Sin embargo, pueden transformar el porvenir.

Podríamos alterar los pensamientos y las percepciones de las generaciones venideras y, a partir de ahí, también sus acciones.

¿Habrá un mañana mejor?

¿Llegará un momento en el que el color de la piel no suponga automáticamente una connotación negativa?

Aquí está la esperanza de que sea así.

Yo espero a ese futuro, pero también participo activamente en su creación.

Conteniendo mi aliento para ese mañana. Siempre recordando cómo Mame Mbaye jadeaba por el suyo.


viernes, 28 de julio de 2017

Mi papá

“Mi papá es guapo y alto como la Torre de Eiffel. Cada día, cuando vuelve de trabajo, subo a su espalda y escupo desde arriba como los turistas hacen en París.
Mi papá tiene ojos enormes y zarcos como dos tazas de porcelana llenas de té verde.
Su nariz es larga y dura como si fuera de madera. Por eso mi mamá y yo le llamamos Pinocho y le decimos que debe ser un gran mentiroso.
Las ventanas de su nariz son gigantescas y siempre se abren y cierran; cada noche puede oler si me he duchado o no antes de dormir.
Mi papá es un mutante. Dice que tiene algo que se llama labio leporino y por eso lo esconde con los bigotes largos y afilados como las garras de nuestro gato Henry VIII.
A veces, a escondidas, mientras mamá y él duermen abrazados, entro en su dormitorio y le levantó los bigotes para ver ese labio leporino mutante pero él siempre se despierta antes de que lo pueda hacer y me hace cosquillas.
Mi papa tiene las manos largas de mar a mar, como lianas del “El libro de la selva”, con las que puede abrazar a mi mamá y a mí a la vez, y estoy segura que también podrá a abrazar a mi hermanito, una vez que nazca.
Sus manos son anchas y calientes y huelen bien, como los bollos recién sacados del horno.
Cuando por la mañana vuelve del súper, viene con dos bolsas enormes, una en cada mano, para enseñarnos que fuerte es. Creo que él es el papá más fuerte de todas las papás de nuestra clase.
Mi papá-“
-¡Mentirosa!-gritaron las voces de las últimas filas. –¡Sita, ella ni siquiera tiene padre!
Cerré el cuaderno, me quedé callada y me fui a sentar me en mi asiento.
Nunca más leía a nadie nada sobre mi papá.

Pero nunca dejé de escribir sobre él. 

La ciudad

En la Ciudad está todo menos el mar.
En la Ciudad están: las plazas, las tabernas, la acera, los perros, los bulevares, las boutiques.
En la Ciudad está: el lloriqueo del niño, el fragmento de una conversación, el grito, la risa, la muerte, la mierda, la basura, el paro cardiaco.
Los caballos, los edificios, los pasajes, los gitanos, los mercantes, los mercados, el mal, los adivinos.
Los festivales, el alcohol, la feria, los partidos del futbol, las pistas de tenis, los centros comerciales.
La radiación de los móviles, de los televisores, de las neveras, de las microondas, de las pantallas de los ordenadores y portátiles.
La Ciudad tiene mano grande, callosa.
En la palma arrugada de su mano están: los sonidos, los signos, los procesos, lo pasajero, las vidas, las alas, la espada.
Por la Ciudad pasan las ferroviarias, las líneas de autobús, tiene paradas feas, sucias, los pasillos limpios, los túneles, los ríos, los puentes.
La Ciudad llora agua, emite electricidad, irradia luz, da calor, conecta las llamadas, alimenta a la gente, mata a los animales.

En la Ciudad fluyen: sangre, pus, lágrimas, sudor, Coca-cola, pis, yogur, miel, té, café, diarrea. 

La visita

La chica entró en mi cuarto del baño.
No tocó, no pidió perdón, simplemente se deslizó con estilo por los azulejos del mar como una serpiente elegante, peligrosa.
No sabía que decirle cuando sacudió su pelo largo y rubio, quitando el albornoz blanco.
-Hace calor-me dijo, cerrando la puerta detrás.
Se me acercó y entró en la bañera conmigo como si fuera suya.
Empezó a contarme todo sobre las situaciones desagradables por las que pasaba con los tíos borrachos, libidinosos, sobre el piso de mierda en la planta baja de nuestro edificio, lleno de cucarachas, con paredes húmedas, sobre su casera vieja, frígida, que no le deja ducharse y malgastar agua caliente, sobre la visión utópica que tenía sobre su futuro matrimonio con un millonario moribundo.
Como ya seguramente podéis imaginar, yo tenía completamente otro tipo de visión, pero cuando me acerqué a ella, deseando tocarla, me dijo bruscamente:
-Solamente con la esponja.
Cuando terminó de bañarse con mi ayuda, se levantó, salió de la bañera y se puso el albornoz.
-Gracias por dejarme bañar aquí-comentó brevemente.

Entonces desapareció de la misma manera de la que vino, flotando elegantemente por la puerta de mi cuarto del baño.

Un beso

Sentado en el metro, Pablo miraba fija, hipnóticamente, el cuello atractivo de una dama joven preciosa, sentada delante de él.
Su pelo cautelosamente recogido en un moño revelaba su cuello delgado del cisne y el collar fino de oro que lucía.
Pablo era fascinado en contra de su voluntad.
Antes de salir, suave, casi imperceptiblemente, se inclinó hacia ella y sin problema alguno, tocó el cuello de la dama joven con sus labios mojados.
Lo besó con ternura y devoción.
La dama, sintiéndose halagada, sonreía durante mucho tiempo, incluso después de que Pablo salió en la próxima parada, “Mar de Cristal”.
Pablo también sonreía.

Entre sus dientes ahora brillaba el collar fino de oro.

Lo miro

Sudo con excitación.
Quiero fumar, aunque normalmente no fumo.
Me siento aliviada.
Relajada.
Miro a su foto y me gusta mucho.
No él, sino la foto. Salió bien en la foto aunque no era muy guapo.
Ya no estamos juntos.
Ahora él yace a mi lado. Callado, fino y tranquilo.
Así lo quiero.
Quería volver a él, quería que vuelva a mí, que volvamos uno a otro.
Él no quiso.
Nada es fácil con él.
Éste es su piso.
Antes era nuestro.
Odio a peleas, especialmente con él; me vuelven loca.
Mi mano sangrienta toca a su cara sangrienta con ternura.
Inmóvil.
Como una estatua.
En un charco de sangre. Huele a sal del mar.
Ideal.
Le gusta ponerme nerviosa, irritarme, volverme loca.
Y yo me enfado con facilidad. Soy de mecha corta.
No pude aguantar más.
La botella encontró su camino hasta su cabeza.
Se oyen las sirenas de policía en la calle.
A lo mejor me buscan a mí.